Deja de temblar. Esto pasará como pasa todo en la vida...

¿Te acuerdas cuando me observabas? ¿Te acuerdas de nuestras conversaciones interminables porque no queríamos dejar de hablar ni un sólo segundo?

¿Lo recuerdas?

Y ahora míranos, aquí, como si nunca hubiéramos sido nadie para el otro; en nuestro banco...

Todo comenzó a ir mal justo la noche en la que estallaron los cristales y la luna se cayó del cielo. Tú ya no estabas ahí y yo tenía un hermoso harén de cuerdas vocales para pedir que vinieras, que cogieras un avión, y que sí, eso, que por una vez, solamente una vez estuvieras. Pero de qué me iba a mí servir gritar si tus oídos llevaban ya rato llenos de indolencia. Dime. De qué. De qué. De qué.

Creo que a cada sílaba que enlazaba se me hacía un poco más pequeño el corazón, era como si se me encogiera del miedo.

Me sucumbieron tantos escalofríos que durante aquel tiempo lucí venas de hielo y escarcha.