Por qué cuando me desperté el cuento decía
“érase una vez la mañana en la que salí de casa con las ganas de no saber quién
eras, con la irreversible intención de romper los escaparates donde
primitivamente se había proyectado tu reflejo, desencontrarte por las calles,
plazas y avenidas...” Sí, tú ya sabes, con esas ganas de no ver incluso lo más
mínimo de ti. Podría concluir en un “contigo he tocado fondo”, tanto que
sospecho que sin querer he cavado mi propia fosa antes de tiempo. Pero mutar en
cadáver ahora no tiene espacio en mi agenda. Aún tengo pendientes muchos mundos
que conquistar y que por querer, no cabe duda, que habría querido habitarlos de
ti, inflarlos de cómo hueles y tocas y ríes y te sonrojas.
Pero me quedo yo: la única razón (y la más certera) porque sí, que naturalmente
"sí" me sale forzado.
Y tú, la indiferencia más absoluta del hoy y quién sabe de si también mañana. Y por quedarte te quedas, pero mudo. Con tus lágrimas pequeñas, tus manías y tus te quieros sin mover un solo pie.
Y tú, la indiferencia más absoluta del hoy y quién sabe de si también mañana. Y por quedarte te quedas, pero mudo. Con tus lágrimas pequeñas, tus manías y tus te quieros sin mover un solo pie.
Tu ya no-niña-mujer no tiene hueco en la piel para otra herida que escuece las
24 horas del día. Por mucho que empeñé y prometiera que no quería que nunca fuera como hoy, que
haría lo imposible para que todo siguiera como siempre siento decirte que me
rindo, que es tu silencio quien lamentablemente acaba conmigo. Te llevas la
sensación de que creía haberte ya conocido aún si habernos cruzado la palabra.
Por último, recuerda que llevar gafas de sol
pasadas las once de la noche exige un motivo exquisito y que ayer terminé de
borrar todas tus fotos. Pero inexorablemente lo es, sí, eso, distinto porque es
la primera vez que no aparto los ojos cada que llamo la atención.
Porque quizá sea verdad esto que pienso; de que podría ser que no nos volvamos a reconocer nunca, que no volvamos a estar pacíficamente juntos.
¿Es el fin?
La suerte está echada.
Y no tengo miedo.
Ninguno.
Hola. un relato muy conmovedor.
ResponderEliminarLamentablemente aunque nos esforcemos nunca lo lograremos sólos. La otra parte también tiene que poner lo suyo.
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